El amor por la cultura
indígena, llevó a Arguedas a luchar por causas justas, elevar una voz de
protesta, decir basta a los abusos, atropellos hacia los indios, por ser personas de la sierra y que solo
sirven a los poderosos. Tienen que ser respetados como seres humamos y como
cultura peruana.
“Pues esto el mismo relata:
“Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en
las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a
lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza
por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé
bien. Pero no mató en mí lo mágico”. (Antología Elemental – Yo no soy un
aculturado).
Arguedas, al verse obligado
desde niño a convivir con los indios,
aprendió a amar la cultura indígena; aunque sus rasgos físicos no fueran
iguales.
Cuando su padre lo lleva a
la ciudad de Ica a realizar estudios superiores; Arguedas se da cuenta de que no pertenecía a esta nueva cultura, podía
ser más blanco que muchos de sus compañeros de clase, pero la discriminación se
daba por su lugar de origen, costumbres y
su forma de hablar.
Arguedas decía: “se siente
un blanco dentro de los indios y un indio dentro de los blancos”.
Pero vivir, interactuar en
estas dos culturas le enseñó a amarlas, respetarlas, aprender de cada una de ellas, hacerlas parte
de su vida para siempre.
Argumentos:
El
investigador Julio León, autor de 'Anotación crítica de El zorro de arriba y el
zorro de abajo, de José María Arguedas', sostiene que “si hay que señalar un
hilo conductor de toda la producción Arguediana, debemos recordar que él fue o,
mejor, se sentía 'como un demonio feliz (que) habla en cristiano y en indio, en
español y en quechua' como él mismo lo dijo al recibir el premio Inca Garcilazo
de la vega en 1968”.
El
estudioso explica que esta excepcional condición de hombre que pertenece a dos
culturas inseparables y, a la vez, contradictorias, le hace observar y percibir
su tiempo y su mundo con la mirada de dos cosmovisiones diferentes.
“Esa biculturalidad de Arguedas se enhebra – y
esto es lo central e invariable en toda su obra- con una opción ética: Arguedas
escribió para rescatar lo mejor de una cultura milenaria y que él consideraba
silenciada por efecto de los siglos de dominación: el blanco Arguedas se sentía
indio y con ese peso de su sentimiento indígena su obra interpela el poder en
defensa del Otro”.
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